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¿Por qué enseño Mindfulness?
¿Por qué enseño Mindfulness?
Defiendo fervientemente que cada uno de nosotros tenemos la capacidad y la responsabilidad de influir muy positivamente en nuestro nivel de salud y calidad de vida; aun cuando la vida nos pone en situaciones extremadamente difíciles.
Profesionalmente llevo dedicándome al campo de la salud desde 1999, combinando el estudio de la medicina ortodoxa tradicional con otras técnicas complementarias con el único objetivo de ayudar a la persona a recuperar su salud desde un punto de vista integral. 
Cada día en la consulta y en mi vida personal  veo la importancia que hay entre la interrelación del cuerpo físico, emocional, mental, social y espiritual; sé que la salud es un estado de delicado equilibrio entre cada uno de estos campos. 

Personalmente, durante mucho tiempo sufrí niveles desorbitados de estrés que mantenido durante una larga época de mi vida hizo que perdiera mi salud en agosto del 2011. La enfermedad se manifestaba, entre otros síntomas,  con altos niveles de dolor; lo que me hizo mantenerme algunos meses en cama y varios años sumergida en un largo proceso de recuperación.  

Afortunadamente, cuando caí enferma estaba en el lugar adecuado. En mis primeros días de ese largo proceso de enfermedad,  Bodhin me enseñó mindfulness. La práctica de mindfulness junto con otras técnicas ayudó a sanarme de forma integral. 

Primero aprendí a gestionar el dolor y la enfermedad. Aprendí a retomar el contacto con las sensaciones corporales, con mis emociones, a gestionar mis pensamientos e incluso la forma de pensar. 
Más tarde, aprendí a gestionar el estrés y a gestionar mis tiempos, actividades y en general mi vida de una manera más saludable. El programa de mindfulness fue empapando, poco a poco, cada ámbito de mi vida. Ver como poco a poco mejoraba, me motivaba y me ayudaba a continuar. 

Después de que un médico me sentenciara: “no podrás moverte de la cama el resto de tu vida”, aprendí a fuego aquello que tantas veces repetimos dentro del curso “los pensamientos no son hechos” y pienso que eso fue lo que me “salvó” la vida. En aquel entonces yo tenía 32 años. Fue un camino largo y difícil, pero no creo que haya mejor aprendizaje que experimentarlo en la propia piel. 

Años más tarde ya casi recuperada y con la práctica de mindfulness integrada en cada poro de mí piel, sentía que debía compartir la enseñanza y mi experiencia para que otras personas se pudieran beneficiar y por eso  me certifiqué como profesora. 

Actualmente imparto cursos y talleres de forma regular. Así mismo, colaboro con la unidad del dolor de Madrid guiando a los pacientes a través de este camino. 

Defiendo fervientemente que cada uno de nosotros tenemos la capacidad y la responsabilidad de influir muy positivamente en nuestro nivel de salud y calidad de vida; aun cuando la vida nos pone en situaciones extremadamente difíciles.
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